Autoconciencia
"El dolor termina sólo a través
del conocimiento propio, de la lúcida percepción alerta de cada pensamiento y
sentimiento, de cada uno de los movimientos de lo consciente y lo oculto".
La
Inteligencia Emocional comienza con la autoconciencia. El término conciencia se
usa para distinguir, entre las funciones mentales, las características que se
refieren tanto al llamado 'estado de conciencia', o para designar los procesos
internos del hombre de los que es posible adquirir conciencia, y es en este
último sentido que utilizamos el término autoconciencia.
En
el primer caso, la conciencia es vigilancia o estado de alerta y coincide con
la participación del individuo en los acontecimientos del ambiente que le
rodea.
La
autoconciencia no es una función tan simple y directa como pudiera parecer a
primera vista, y menos respecto a nuestras emociones. Si digo, por ejemplo, que
estoy enojado/a, quizá lo esté, pero puede que también esté equivocado/a. Puede
que en realidad tenga miedo, esté celoso/a, o que sienta las dos cosas.
¿Cómo hacemos para tener una conciencia
exacta de lo que nos está pasando (en el cuerpo) y qué estamos sintiendo (en la
mente)?
A
esta pregunta responde el principio de la autoconciencia, primer paso de la
Inteligencia Emocional, porque ésta sólo se da cuando la información afectiva
entra en el sistema perceptivo.
Por
ejemplo, para poder controlar nuestra irritabilidad debemos ser conscientes de
cuál es el o los agentes desencadenantes, y cuál es el proceso por el que surge
tan poderosa emoción; sólo entonces podremos aprender a aplacarla y a
utilizarla de forma apropiada. Para evitar el desaliento y motivarnos, debemos
ser conscientes de la razón por la que permitimos que ciertos hechos o las
afirmaciones negativas sobre nosotros afecten nuestro ánimo.
Para
ayudar a otros a ayudarse a sí mismos, debemos ser conscientes de nuestra
implicación emocional en la relación.
La
clave de la autoconciencia está en SABER SINTONIZAR con la abundante
información - Sensaciones, Sentimientos, Valoraciones, Intenciones y Acciones -
de que disponemos sobre nosotros mismos. Esta información nos ayuda a
comprender cómo respondemos, nos comportamos, comunicamos y funcionamos en
diversas situaciones. Al procesamiento de toda esta información es a lo que
llamamos auto conciencia.
Un
alto grado de autoconciencia puede ayudarnos en todas las áreas de la vida, y
especialmente en ella enseñanza, el estudio y el aprendizaje.
Junto
con los sentimientos o las emociones aparecen manifestaciones físicas como
transpirar, respirar con dificultad, la tensión o la fatiga. Y también hay
manifestaciones cognitivas (p. ej.: de emociones angustiantes), como una falta
de concentración, conducta motriz o física desacelerada, congelación o
abarrotamiento y bloqueo de los procesos del pensamiento, tales como el olvido
o la confusión.
Una
herramienta clave de la autoconciencia es la toma de conciencia del propio
cuerpo y de sus señales de excitación.
Tenemos
que llegar a ser capaces de describir nuestro cuerpo y nuestra mente con vívido
detalle, incluida la respiración, la transpiración, el desasosiego, la falta de
concentración, los pensamientos inquietantes, el contenido de esos pensamientos
(p.e.: en el caso de miedo o preocupación, los peligros específicos que
promueven esos estados anímicos).
Empezar
a mirar las manifestaciones exteriores de excitación interior como
absolutamente natural y común. Comprender que no matan, y saber positivamente
que la conciencia les va quitando el poder a esas señales.
Si
una persona tiene poca autoconciencia o conocimiento de sí mismo/a, ignorará
sus propias debilidades y carecerá de la seguridad que brinda el tener una
evaluación correcta de las propias fuerzas.
Las
personas que tienen autoconciencia también pueden ser capaces de energizar a
los demás, de comprometerse y confiar en quienes desarrollan una tarea con
ellos.
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